viernes, 5 de mayo de 2017

YAGO VS HORACIO

Haciendo cola para ser atendido por la empleada de la caja del banco, alguien hace un comentario que me recuerda un pasaje del HAMLET, de William Shakespeare. Esto me da pie a nombrar a Horacio, el leal y fiel confidente del príncipe de Dinamarca. En la oficina de un banco las probabilidades de que alguien vuelva la mirada tras nombrar a uno de los personajes más emblemáticos de la literatura universal, no suele ser habitual. Pues hete aquí que el director del banco escucha mi comentario y me dice: “¿Qué opinas de Yago?", yo esbozo una sonrisa cómplice y me invita a pasar a su oficina. Una vez acomodado en el confortable sillón para los clientes, comenzamos a hablar de literatura y filosofía de una manera compulsiva. De esto hace varios años y cada vez que aparezco por el banco para tramitar cualquier gestión rutinaria (gestión que podría hacer desde el ordenador de mi casa, pero que me reservo para saludar a mi media naranja literaria), todo es dicha. Ayer le dije que me hacía inmensamente feliz entablar con él nuestras charlas literarias. Todo un lujo para mí, pues Nacho, es persona cultísima y de fina educación. Yago versus Horacio, ¡that is the question...!

3 comentarios:

  1. El placer sin la menor duda es mío. No es frecuente en absoluto tropezar con personas -en ninguna parte- con las que mantener diálogos basados en una misma pasión, y además tan extremadamente exquisitas y cultivadas. Es un deleite y un Privilegio por el que te ofrezco mi más sincero agradecimiento.

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  2. Ahora, compartamos ese HORACIO VS YAGO. Entre el bien y ese magnifico malvado...

    …"mi ánimo esta tan cargado que la Tierra, esta hermosa construcción me parece un estéril promontorio;¡qué obra tan admirable es el hombre! ¡Qué noble en su razón! ¡qué infinito en capacidad! ¡Qué exacto en forma y movimiento! ¡Qué semejante a un ángel en su acción! ¡Qué parecido a un dios en su comprensión!"…

    …“¿Virtud? ¡Una higa! Ser de tal o cual manera depende de nosotros. Nuestro cuerpo es un jardín y nuestra voluntad, la jardinera. Si en la balanza de la vida la razón no equilibrase nuestra sensualidad, el ardor y la bajeza de nuestros instintos nos llevarían a extremos aberrantes, mas la razón enfría impulsos, apetitos, pasiones. Por eso, lo que tú llamas amor, a mi no me parece más que un brote o un vástago”...

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  3. ¡Fantástico, querido amigo...! ¡Abrazo fuerte...!

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