martes, 5 de septiembre de 2017

EL VELO DEL PALADAR

El arte se extiende más allá de cualquier definición. Leo opiniones contrastadas en torno a "La acústica de los iglús", el libro que ha revolucionado la literatura actual de la mano de la joven escritora mallorquina Almudena Sánchez. Este libro bien podría ser un Kandinsky con tintes 'velazquianos'. Plantea estas dos miradas del arte que poco tienen que ver entre ellas, o quizás, mucho. Ella sabe de mi debilidad por sus iglús, así que para mí es muy fácil encumbrar el tintineo perlado que suena a través de las paredes de cristal del libro y que tan vivo está. En cada relato/iglú se esconde algo difícil de explicar. Y en esa 'no explicación' es en la que el lector debe bucear. Es curioso, pero desde el ejercicio de lector, uno intenta reescribir lo que intuyes del pensamiento de la escritora. Yo celebro este tipo de literatura por distinta. Me gusta que mi ojo vea más allá. Pongamos ejemplos: Velázquez o la perfección del realismo versus Pollock o la anatomía del caos. Los dos me fascinan igualmente. Las percepciones artísticas deben tener un gran agujero de entrada y saber encontrar el velo exacto del paladar. Otro ejemplo, en este caso musical y de un mismo artista: Beethoven. Para mí el artista por antonomasia. El más grande hacedor de bellezas. Existen, no dos, sino tres estilos 'beethovenianos' (también existen muchas literaturas y la de Almudena Sánchez es otra aportación de vanguardia muy interesante y necesaria). El Beethoven clásico, que gusta de los equilibrios en las formas. Después vendrá el Beethoven romántico, el huracán todopoderoso que zarandeó las emociones; lirismo y pasión. Y por último, el Beethoven incomprendido. El que se adelantó a su tiempo 200 años. El Beethoven "feo", el que escribió la Gran Fuga opus 133 y recibió palos e insultos. Pero esa obra fue la puerta de entrada a todas las músicas que vendrían después. Entre notas musicales naturales y alteradas existen 12 sonidos. Nunca antes se habían mezclado los doce sonidos, porque esta práctica corría el riesgo se provocar la atonalidad, esa sensación tan molesta al oído profano. Pero estaban ahí, y Beethoven utilizó su prodigiosa creatividad para dar un pellizco en el estómago y decir: "He ido más allá de lo que tu gusto estético podía imaginar. ¡Ahora quédate con lo que quieras!"

P.D: "La acústica de los iglús" está entre los libros finalistas del prestigioso premio Setenil 2017. He leído varios libros de esa lista. Entre ellos "La condición animal", de Valeria Correa Fiz y he echado de menos de la lista el libro de Daniel Monedero, "Manual de jardinería (para gente sin jardín)". Los tres merecen el cetro de oro. ¡Suerte para todos ellos!

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