sábado, 4 de marzo de 2017

CAZA DE BRUJAS. EL ACORDE DEL DIABLO: Cdim(º7). C-Eb-Gb-Bbb

La fuerza flotante de un acorde prohibido por la Iglesia en la Edad Media y que tanto entusiasmo delirante provocó a posteriori: El Acorde del Diablo. Desde el punto de vista de la física acústica, la interválica que se produce es un bucle de 6 semitonos (y sus múltiplos), el número de la bestia. El acorde en cuestión es una sucesión de sonidos sin orden jerárquico (acorde de 5ª y 7ª disminuidas). Esta peculiaridad fue asociada en aquella época como obra del Diablo. Una música inquietante de sonidos tenebrosos y que no obedecía a ningún tipo de resolución tonal, ni orden de importancia en la secuencia armónica, sólo podía ser obra de las fuerzas del mal. En el Medievo la música culta era patrimonio del clero y la censura enterró este acorde maldito por varios siglos. Una caza de brujas quiso exterminarlo por su supuesto poder maléfico, pero el arte está por encima de dictados prejuiciosos y el acorde del Diablo reaparecería en tiempos venideros. En el Barroco hubo algunas incursiones sobre esta combinación de leves estridencias disonantes, haciendo pequeños guiños al respecto con suma cautela. El Neoclasicismo pasó muy por encima de esta circunstancia, tal era el gusto de la época por sonidos estables y equilibrados. Pero a finales del siglo XVIII llegó el movimiento artístico Sturm und Drang (tormenta y pasión) y revolucionó el panorama musical. Este acorde fue utilizado como emblema por los músicos del Romanticismo. Vieron en él la viva imagen de la manifestación del ímpetu emocional, una característica tan agudizada en casi todo el siglo XIX. Los compositores decimonónicos rompen las cadenas de una prohibición absurda y escriben bellísimas obras utilizando al “Diablo” como aliado. Este acorde, con su peculiar carácter suspensivo y no resuelto, abrió los caminos que llevarían a los creadores románticos a utilizarlo como máxima potencia expresiva. Fue recreado con suma sutileza en los pasajes líricos y como furibunda explosión atormentada en los pasajes apasionados en “fortissimo”. La música se nutre de infinitas combinaciones sonoras y, el mal llamado “acorde del Diablo”, debe tener un lugar de máxima autoridad. Puede ser llave maestra hacia la modulación, una transición a un mundo nuevo, donde el compositor elige la senda deseada. También funciona como ente propio, cada sonido vive aislado, pero las distancias sonoras que se producen en su interior tienen una querencia que refuerza la imaginación del compositor. El arte debe fluir sin ataduras, quedémonos con su impacto.

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