jueves, 9 de marzo de 2017

¡TOCO EL PIANO EN EL MUSEO DE LA MÚSICA DE PRAGA...!

Mi periplo hacia la ruta de la "gran música" (así la llamo) me lleva a Praga, concretamente al Museo de la Música. Praga hizo de Mozart su niño mimado. Aquí, el genio de Salzburgo, fue muy querido por las grandes familias burguesas que lo arroparon con su mecenazgo, facilitando el estreno de muchas de sus grandes obras. El amor a la música se respira en cada calle. Entro en el museo y el silencio de la primera sala me transporta en el tiempo, un soñador perfume ancestral me inunda. Aquí y allá las dependencias están plagadas de expositores de instrumentos musicales de todas las épocas. El corazón se me dispara cuando visito la sala de instrumentos de tecla. Permanezco arrobado por tiempo infinito. Disfruto. Una encargada del museo se me acerca al comprobar que doy muchas indicaciones a los amigos que me acompañan. Intuye que les estoy explicando la historia del piano a partir de esa sala. Está en lo cierto. Amablemente me pide que la acompañe al salón principal, señala hacia un lateral y me invita a tomar asiento en un magnífico piano. Dos bailarinas (profesora y alumna) practican unos elegantes pasos de danza. Suena una danza eslava de Dvořák, ¡ah, qué placer! Su intuición no falla, sabe que soy pianista y me pide que toque lo que quiera. La música del checo se extingue poco a poco. Silencio. Rozo las teclas con mis dedos para comprobar el mecanismo del instrumento. La zona grave del piano es generosa, ¡estupendo! -me digo-. Medito durante unos segundos qué puedo tocar. ¡Ya lo tengo! La mano izquierda de Brahms será mi aliada (el teutón era zurdo y se nota en su pianismo). Mi gozo es total, miro a las bailarinas y toco el «Vals nº3 op.39 en sol sostenido menor», de Brahms. Los cuerpos esbeltos y etéreos de las danzarinas responden con gracia al tres por cuatro de mi interpretación. Cuando doy por concluida la pieza, profesora y alumna aplauden discretamente, con amor, y compartimos una cálida sonrisa de complicidad. Minutos de éxtasis y felicidad que no olvidaré jamás.

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