jueves, 16 de marzo de 2017

¡COMO UN ULISES LOCO!

La charla es intrascendente. Viajamos en autobús. A una hora de camino está la playa. 26 de abril de 1981, cumplo 16 años. Mis amigos hacen un corro junto a mí y me obsequian con un dispositivo electrónico que empezaba a crear furor por aquella época entre los más jóvenes. Abro la caja que envuelve el regalo y ante mí aparece un walkman rojo. Mi alegría aumenta cuando compruebo que en su interior hay una cinta de cassette con los Nocturnos para Piano de Chopin. Abrazos y vítores por mis 16 primaveras. Cuando el bullicio cesa abro ceremoniosamente el walkman y miro a quién corresponde la grabación. Me coloco los auriculares y pulso 'play'; otro plus de felicidad, con los ojos bañados en lágrimas de placer, comienzo a oír el pulso nostálgico que Claudio Arrau imprime al piano del poeta polaco. Hago el camino ensimismado, envuelto y derretido por la bruma del afrancesado más refinado de la historia de la música. Llegamos a la playa y mis amigos corren al deseado chapuzón. Es un abril tan caluroso que nuestros cuerpos adolescentes ansían sofocos de mar. Yo me quedo en la orilla, no quiero abandonar mi paraíso particular. Pasan las horas y el audio del cassette se ha incrustado en mis entrañas. ¡Quiero estudiar piano, lo necesito! ¡Quiero nacer a la poesía del 'bel canto'...! 
Siempre recordaré ese día por ser uno de los momentos que más incidieron en mi elección ante la vida. Sí, años después de este memorable episodio para mí, y que tan intrascendente fue para mis amigos, conseguí estudiar piano como un Ulises loco atado al mástil del barco. El canto de las sirenas me llamó entonces y, por fin, al pasar de los años, logré romper las ataduras.

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