lunes, 6 de marzo de 2017

HOTEL CALIFORNIA

Abril. Un sábado cualquiera de 1987. Sevilla, siete de la tarde, 29 grados. Estoy en mi habitación, abro la tapa del piano y reanudo mi sesión de estudio. El piano vuelve a encadenarme. Tarde prometedora con los sempiternos estudios de Czerny, en esta ocasión simultaneados con El Pianista Virtuoso de Luigi Hanon, una suerte de torturadores ejercicios progresivos. Pero...¡¿Qué ocurre!?...Un estruendo ensordecedor me sobresalta. Alguien llama a mi puerta totalmente alterado. Escucho sus furiosos gritos: "¡No, por favor, más no, cambia de una puta vez!". Mis padres se asustan, ¿quién golpea de esta manera y grita como un loco? ¡Niñooo, Orlando quiere hablar contigo! -dice mi padre-. Me preocupo y tranquilizo a mi padre. "¡Ok, voy a ver qué quiere!". Me dirijo a la puerta. Orlando está apoyado en la pared tambaleándose, borracho como una cuba, no se tiene en pie. Me insulta, me llama hijo del demonio. Yo ni me inmuto (conozco el motivo de su estado y su desenfreno a la bebida. Lo entiendo perfectamente), lo agarro y lo invito a pasar. Él se sienta jadeante y me pide que toque Hotel California de los Eagles. Yo atiendo gustoso su petición y cuando termino mi interpretación me abraza llorando y, temblando, balbucea mil perdones en mi hombro. Yo lo aprieto contra mí y dejo que llore. Orlando perdió a su mujer en marzo de 1987, ¡tan joven! Después de este episodio toqué mi piano para Orlando en muchas ocasiones. ¡¿Qué habrá sido de él...?!

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